Biografía de Fátima Ma‘sûmah (P) - II

Virtudes de Fátima Ma‘sûmah (P)

La naturaleza de la Karâmat y la Walâît Takwînî
(poder sobre lo creado)

Una de las divisiones de wilâiah (poder y supremacía) es la Wilâîat Takwînîah. Este término significa que una persona puede obtener una fuerza y dominio en el mundo creado. Por ejemplo el Profeta Jesús (P) poseía esta jerarquía de poder y supremacía, es decir, tenía poder de dominar sobre el mundo creado, como revivir a un muerto, curar a un enfermo, etc.

Los Profetas Divinos y los próximos a Dios tienen este poder en diferentes grados.

Esta fuerza se debe a que ellos son devotos siervos de Dios, y el ser humano tiene el poder y capacidad de llegar a tales jerarquías a través de una sincera adoración al Creador ya que de esta forma se convierte en la manifestación de los atributos de Perfección y Majestad de Dios.

En un dicho del Imâm Sâdiq (P) encontramos: “La adoración a Dios es una joya cuya esencia es divinidad”. Es decir, hacer los trabajos de Dios con la autorización de Dios.

En otros términos, la adoración acerca tanto al ser humano a Dios que se convierte como en un espejo de Dios y “con Su permiso” puede dominar la naturaleza y realizar funciones similares a las funciones del Creador.

Ahora decimos que Fátima Ma‘sûmah (P) por una adoración perfecta y completo conocimiento llegó a conseguir una elevada jerarquía espiritual, y obtuvo el rango de wilâîat takwînîah, por lo tanto cuando desea puede, a través de su poder de wilâîat realizar obras milagrosas.

Existen varios libros que reúnen los karâmat de Fátima Ma‘sûmah (P). En este capítulo exponemos algunos karâmat seleccionados de distintas obras, todos ellos inscritos en la Oficina del Registro de los karâmat del Santuario de Fátima Ma‘sûmah que día a día incrementa el número de éstos:

1. La salvación de un grupo extraviado

Era invierno, unos años antes de la Revolución Islámica, cuando un grupo de visitantes de ciudades lejanas se dirigía hacia Qom. En ese entonces Qom carecía de electricidad. Habiendo llegado la noche y después de una copiosa nevada este grupo de peregrinos se extravió, descaminándose en el desierto adyacente a la ciudad. Suplicaron para que Fátima Ma‘sûmah (P) los auxiliase y rescatase de tan peligrosa situación.

Uno de los servidores del Santuario, el difunto Saiîed Muhammad Radawî cuenta: “Ignoraba que venían visitantes. Sin saber cerré las puertas del santuario y me dirigí a casa a dormir. Esa noche soñé que ante mí se presentaba Fátima Ma‘sûmah y me ordenaba: “¡Levántate! ¡Y enciende las luces de los alminares!”.

Miré mi reloj y noté que aún faltaban cuatro horas para la oración de la mañana. Normalmente abría las puertas del Santuario y encendía las luces unos momentos antes del llamado a la oración.

Regresé a la cama. Nuevamente Fátima Ma‘sûmah apareció en mi sueño y esta vez en tono imperativo me dijo: “¡Levántate! ¿Acaso no te dije que encendieras las luces de los minaretes?”.

Me levanté y fui a encenderlas. Había nevado abundantemente. Yo estaba sorprendido de por qué había encendido las luces antes de tiempo por orden de Fátima Ma‘sûmah (P).

La noche concluyó e hizo un día muy soleado. Al cruzar los patios del Santuario escuché que los peregrinos se decían unos a otros:

“¡Fátima Ma‘sûmah (P) nos rescató! ¡Hemos de agradecerle! ¡Ya que en la oscura noche con nieve y sin guía para hallar la ciudad, de no ser porque encendieron las luces del Santuario, nos habríamos extraviado y no habríamos llegado sanos y salvos!”.

Fue entonces cuando comprendí mi sueño y la orden que me fue dada por esta gran Señora.[1]

2. La curación de un enfermo incurable

Una de las narraciones famosas es que a uno de los servidores del Santuario de Fátima Ma‘sûmah (P) cuyo nombre era Mîrzâ Asadul·lâh se le paralizó un pie y los dedos se le ennegrecieron. Los médicos dictaminaron que si quería recuperar la salud debían amputarle el pie.

Un día antes de la operación el servidor de Fátima (P) se dijo: “Bueno, mañana me amputan el pié, es mejor que esta noche me quede en el Santuario y suplique para que Fátima Ma‘sûmah interceda por mí”.

Un hombre llamado Mubârak lo trasladó de su casa al Santuario. Al quedar solo se acercó a la tumba y empezó a llorar pidiendo ansiosamente la rehabilitación de su pie. En ese estado de súplica, doliente y angustiado, continuó sus súplicas hasta que llegó el alba. Al amanecer los servidores del Santuario encontraron a Mîrzâ detrás de la puerta gritando: “¡Por favor abran la puerta, que la Señora aceptó mi súplica, y por medio de ella recibí la curación de parte de Dios!”.

Abrieron las puertas, encontraron a Mîrzâ Asadul·lâh alegre, ya no había señales de su enfermedad, se había rehabilitado por completo. Entonces relató: “La Noble Señora se presentó y me preguntó: “¿Qué te ha ocurrido?”.

“¡Oh, Señora! Mi pié esta enfermo y no puedo trabajar. De Dios quiero la curación o la muerte.” -Le respondí.

La Señora rozó con el borde de su velo mi pie enfermo y dijo: “¡Dios Te ha dado la salud!”.

De pronto sentí que estaba bien, los dolores de mi pie se habían calmado. Pregunté a la Señora: “¿Quién es usted?”. Me respondió: “¡¿A pesar de que eres uno de los servidores de mi Santuario no me reconoces?! Yo soy la hija de Mûsâ Ibn Ya‘far (P)!”.[2]

3. La intercesión de Fátima Ma‘sûmah (P) por Mul·lâ Sadrâ

Sadrud-Dîn Muhammad Ibn Ibrâhîm Shîrâzî, conocido como Mul·lâ Sadrâ, fue un gran filósofo, sabio, y jurisprudente del mundo islámico que escribió uno de los más importantes libros en filosofía tales como Asfâr (Viajes Espirituales), entre otros. Cuando tenía dificultades científicas, se dirigía desde Kahak (una aldea cercana a Qom) para visitar el Santuario de Fátima Ma‘sûmah y le pedía que intercediera para resolver sus problemas científicos y los asuntos enigmáticos que se le presentaban. [3]

4. La aniquilación de un mercenario del régimen Pahlavi

En la época en que Ridâ Jân Pahlavî (Riza Kan) había ordenado arrancar el velo islámico a las mujeres que lo usasen, el Jefe de la Policía del rey (sha), conocido por su aspereza y malos modos, ingresó en el Santuario de Fátima Ma‘sûmah (P) y allí mismo empezó a atacar a las mujeres que se hallaban rezando, arrancándoles el manto y el velo. Ellas comenzaron a llorar, entonces elevando sus voces clamaron: “¡Cómo es posible que en el Santuario ocurra esto!”.

En esos momentos el Aiatul·lâh Mar‘ashî Nayafî (r) se hallaba presente. Con coraje fue a detener tal atropello, y luego de una acalorada discusión el Aiatul·lâh abofeteó al Jefe de Policía, quedado éste aturdido y sorprendido por el hecho inesperado. Fue entonces cuando amenazó al Aiatul·lâh con matarlo.

Al día siguiente este mismo hombre visitó el Bazar de Qom. Se detuvo en una sección de éste y en ese momento se desplomó una parte del techo, cayendo sobre él y quitándole la vida.

Ésta es una de las muestras de la gracia de Fátima Ma‘sûmah (P) para quien faltó a la ley Divina y al respeto que merece su Santuario.[4]

5. Solución del problema de Aiatul·lâh Mar‘ashî Nayafî (ra).

El Aiatul·lâh dijo: Un día, siendo más joven, me encontraba aturdido por los problemas que me acometían; una de estas contrariedades era el casamiento de mi hija precisamente en el momento en que carecía de ahorros para comprar el ajuar (regalo tradicional en Irán de parte del padre a la hija) para ella. Estaba nervioso, en ese mismo estado me presenté en el Santuario de Fátima Ma‘sûmah (P), llorando y suplicante le dije: “¡Oh, mi Señora! ¿Por qué mi protectora no da importancia a mi vida? ¡¿Qué puedo hacer para el casamiento de mi hija con estas manos vacías?!”.

Volví desolado y triste a mi casa. Caí desvanecido. En ese estado tuve una visión que aclaró todo para mí. Noté que alguien golpeaba a la puerta; fui y abrí. Una persona que se encontraba detrás de ésta, cuando me vio dijo: “La Señora te busca”.

Apresurado me dirigí hacia el Santuario. Entré al patio y me encontré con algunas servidoras limpiando la Sala Dorada (eîwân talâ). Les pregunte el motivo por el cual se encontraban ahí. Dijeron: “Ahora viene la Señora”.

Después de poco tiempo apareció Fátima Ma‘sûmah (P) en la imagen de mi madre Fátima Zahrâ (P). Tres veces antes había yo visto a mi ascendiente la gran Fátima Zahrâ (P) en sueños.

Ya que mi ascendencia materna llegaba al Imâm Ridâ (P) Fátima Ma‘sûmah era mi tía. Me acerqué a ella y besé su mano.

Entonces me acarició y dijo: “¡Oh, Shahâb! ¿Cuándo te hemos olvidado para que estés lamentando tu condición, te quejes y nos lo reproches? Desde el momento en que llegaste a Qom siempre has estado bajo nuestra protección y consideración”.

Cuando desperté del sueño entendí que había hecho mal. En ese mismo momento me dirigí al Santuario para disculparme. Desde ese día mi situación cambió y poco a poco se resolvieron mis dificultades.[5]

* * *

El Saiîed ‘Âdil ‘Alawî relata de su respetable padre el fallecido Saiîed ‘Alî ‘Alawî que él escuchó de la boca del Aiatul·lâh Nayafî este carisma y agrega: Cuando el Aiatul·lâh Nayafî salió de la Sala Dorada se le acercó un hombre y besó su mano. Entonces le entregó una bolsita con dinero y le dijo: “Este dinero no es limosna (zakât) ni del quinto (jums), sino un obsequio para usted”.

Él llevó la bolsita a casa y dijo a su esposa: “Toma esto y compra lo que desees para el ajuar de tu hija”.

Ella sin contar la cantidad, se dirigió hacia el bazar y compró lo que tenía pensado.

El difunto Aiatul·lâh Nayafî relató: “Después de que mi esposa compró lo necesario, abrió la bolsita y advirtió que el dinero se había terminado”.[6]

6. La curación de una joven paralítica

Había una joven de 14 años del pueblo de Shut Maku en Azerbaiyán, Irán, quien relata: “Enfermé de una extraña gripe que me paralizó ambas piernas durante catorce meses. Mi familia me llevó a examinar a diferentes hospitales en las ciudades de Maku, Jui y Tabriz. Luego de las radiografías y exámenes respectivos los médicos señalaron que no existía curación y que no volvería a mover mis piernas. Un día miércoles 12 del segundo mes del año 1373 de la d.H. solar (1993 d.C.), mientras dormía vi a una Señora vestida con un manto blanco y montada sobre un corcel del mismo color. Se me acercó y dijo: “¿Por qué desde el inicio de tu enfermedad no te dirigiste a mi santuario en Qom para que Dios te brindase la curación?”.

Sobresaltada desperté y de inmediato relaté a mis tíos la visión que había tenido. Ellos sin demora, iniciaron los preparativos para el viaje, así fue como el día viernes 23 de ese mismo mes, entramos al Santuario de Fátima Ma‘sûmah (P) exactamente a las 19:30.

Luego de la oración del ocaso, empecé a leer la salutación especial que se lee al visitar el Santuario de esta gran Señora. En ese momento escuché la misma voz de la Señora que había visto en sueños, que me decía: “¡Levántate! ¡Camina que has obtenido la curación!”.

En un principio no presté importancia a tal voz, pero nuevamente la misma voz con las mismas palabras repitió la orden. Esta vez me moví y me di cuenta que ¡podía mover mis piernas! Sentí que estaba curada y ¡empecé a caminar! Gracias a Dios obtuve Su bendición por medio de la intercesión de Fátima Ma‘sûmah (P)”.[7]

7. Un estudiante de Najichevan (Azerbaiyán) recupera la vista

El Aiatul·lâh Makârem Shîrâzî narra que luego de la desintegración de la Unión Soviética y la liberación de las Repúblicas Musulmanas del control soviético, como por ejemplo la República de Azerbaiyán, un grupo de Shî‘as de Najichevan pidieron enviar un grupo de jóvenes a estudiar en la Universidad de Teología en Qom, para que en el futuro retornasen a su patria y pudiesen explicar el Islam a sus compatriotas.

Esta propuesta tuvo mucho éxito y fue bien acogida por la población azerí; de trescientos inscritos eligieron únicamente a cincuenta de los postulantes cuyas calificaciones eran las más altas. Empero de entre los más calificados uno fue rechazado por estar enfermo de la vista. Ante la insistencia de su padre los encargados de la selección no tuvieron más remedio que aceptar al joven estudiante. Cuando estaban filmando la ceremonia de despedida del grupo, el encargado de la filmación centró la cámara varias veces sobre el ojo del joven, lo cual hirió profundamente al joven.

Cuando el grupo arribó a Qom, se alojó en la escuela respectiva. Este joven fue a visitar el Santuario de Fátima Ma‘sûmah (P) con absoluta confianza de que obtendría de Dios la curación de su ojo, al poner como intermediaria a esta Señora. El joven realizó las súplicas para acercar su alma y en ese momento lo invadió el sueño.

Durante su sueño vio diferentes mundos; al despertar encontró que sus ojos habían sanado. Volviendo contento a su habitación; sus amigos y compañeros que habían sido testigos de la enfermedad de su ojo, al ver el milagro ocurrido quedaron tan impresionados que todos en grupo se presentaron al Santuario durante horas para suplicar y conversar con Dios a través de Fátima Ma‘sûmah (P).

Cuando la gente de su ciudad natal, Najichevan, se enteró de lo sucedido, los Shî‘as insistieron en que este joven sanado volviese a su pueblo, para que la gente lo viese y de este modo se fortaleciesen las creencias de los musulmanes.[8]

8. El agua de ZamZam y la turbah (tierra de la tumba) del Imâm Husaîn (P)

El religioso Hayy Saiîed Ihsânul·lâh Sabzavârî, uno de los destacados eruditos de Qom, relata: En el año 1414 d.H. (1997 d.C.), unos días antes de que naciera uno de mis hijos, visité a Fátima Ma‘sûmah y le dije:

“Quiero que me dé tres cosas para el nacimiento de mi hijo:

  1. Un poco de turbah (tierra) de la tumba del Imâm Husaîn (P);
  2. Un poco de agua del río Éufrates;
  3. Un poco de agua del manantial de Zam Zam (en La Meca)”.

Yo quería estas tres cosas para humedecer la boca de mi hijo, ya que numerosas narraciones enfatizan este acto y afirma que esto facilita al infante sentir amor hacia Ahl-ul Baît (la Familia del Profeta).

Salí del Santuario y me encontré con un hombre; sin haberle platicado respecto a mi intención, me dijo: “He traído un poco de agua de Zam Zam, ven conmigo para que te de un poco de ésta”.

Más adelante me encontré con otro y le pregunté: “¿Acaso tiene usted turbah genuina?”. Me contestó afirmativamente y dijo: “Tengo un poco de turbah de la tumba del Imâm Husaîn”.

Cuando fui y tomé la turbah, apenas llegó a mis manos tuve un extraño sentimiento; sentía que mi cuerpo temblaba por dentro. Este sentimiento lo experimenté hasta que llegué a casa.

No obstante en ese momento no fui digno del tercero de mis pedidos hasta algunos años después. Mezclé la arcilla con agua de Zam Zam y cuando mi hijo nació humedecí con ello su boca.[9]

9. La liberación de un prisionero de guerra

El religioso Ibn Ridâ relata de Hayy Agâ Kashfî, uno de los servidores del Santuario de Fátima Ma‘sûmah: Durante la guerra impuesta entre Irak e Irán, trajeron a un grupo de prisioneros iraquíes al Santuario de Fátima Ma‘sûmah (P). Pusieron a los prisioneros sentados en la parte norte de la tumba y la muchedumbre suplicaba a su alrededor. De pronto escuchamos el grito de una señora y simultáneamente el de uno de los prisioneros. Nos dimos cuenta que este joven era un musulmán iraquí seguidor de Ahl-ul Baît. Al estar realizando su servicio militar el gobierno iraquí lo obligó a luchar en el frente donde fue hecho prisionero.

Su madre había sido expulsada de Irak ya que era seguidora de Ahl-ul Baît y desde que residía en Qom no había tenido noticia alguna de su hijo.

Esta señora durante todo ese tiempo visitaba el Santuario de Fátima Ma‘sûmah (P) y le decía: “¡Querida Ma‘sûmah! ¡De ti quiero a mi hijo!”.

Esa noche al igual que otras muchas, había ido al Santuario y suplicado por su hijo, cuando de pronto lo vio sentado entre los prisioneros, y así fue como esta madre a través de los favores de Fátima Ma‘sûmah (P) luego de años de separación y espera encontró al fruto de su corazón.

Posterior a este suceso, las autoridades iraníes hicieron lo necesario para la liberación de este joven y así fue como pudo regresar a su hogar.[10]

10. La recomendación del Imâm Ridâ (P) respecto a su hermana

El religioso Qâsî Zâhîdî fue testigo de una karâmat en el Santuario de Fátima Ma‘sûmah (P) la cuál relata de la siguiente forma: Aproximadamente veinte años atrás una noche participé en la súplica de “Tawassul” (súplica de saludos a los Inmaculados y de procura de su mediación) que recitaban en el Santuario. Repentinamente se cortó la luz y así estuvimos durante unos minutos. Apenas ésta volvió advertí que toda la gente estaba mirando hacia un punto. Yo también me acerqué y observé cómo la gente rodeaba a una chica de 17 o 18 años aproximadamente. Se dio a conocer que esta joven había enmudecido luego de una peligrosa enfermedad diez años atrás.

Sus padres la habían llevado a Mash·had al Santuario del Imâm Ridâ (P) para pedir la curación y el Imâm en un sueño le dijo a su familia que la llevasen a Qom, y así fue como a través de la atención de Fátima Ma‘sûmah la joven recuperó el habla.[11]

11. Anal Ma‘sûmah ujtur Ridâ  - Yo soy Ma‘sûmah, hermana de Ridâ

En una narración está registrado que Imâm Ridâ (P) dijo: “Aquél que visite a Ma‘sûmah en Qom es como si me visitase a mí”.[12]

El destacado sabio Mîrzâ Husaînî Nurî, fallecido en 1320 d.H. (1941 d.C.), relata la siguiente karâmat sin intermediario en su obra Dâr-ul Salâm. A continuación exponemos la traducción:

La siguiente narración es una prueba del poderío de Dios que purifica los corazones de las oscuridades de Satanás. Durante mi estancia en Irak junto a los Mausoleos de dos Imâmes Infalibles en la ciudad de Kadzimaîn (el séptimo y el noveno Imâm, Al-Kâdzim y Al-Ÿawâd, con ambos sea la paz), había un hombre cristiano llamada Îaqûb que vivía en Bagdad y padecía de hidropesía. El hombre cristiano cuenta que continuamente pedía a Dios que lo curase o le quitase la vida. Relata:

“Una noche del año 1280 d.H (1901 d.C.). que me encontraba descansando en mi cama soñé que un hombre alto, distinguido y con rostro luminoso se presentó junto a mi lecho, movió mi cama y me dijo: “La única forma de que recuperes tu salud es que viajes a Kâdzimaîn y visites las tumbas de los Imâmes que se encuentran ahí”.

Me desperté, conté mi sueño a mi madre y ella dijo: “Ese es un sueño satánico”. Luego trajo una cruz y un zunnâr (cadena especial en la que se cuelga la cruz) y la colgó de mi cuello.

Una vez más me invadió el sueño, esta vez observé a una Señora esplendorosa, la cual llevaba cubierto todo su cuerpo; movió mi cama y me dijo: “¡Levántate que ya va a amanecer! ¿Acaso mi padre no te pidió que lo visitases para que te cure?”

Pregunté: “¿Quién es vuestro padre?”.

Respondió: “Es el Imâm Mûsâ Ibn Ya’far (P)”.

“¿Quién es usted?”. Pregunté intrigado.

Anal Ma‘sûmah ujtur Ridâ” (“Yo soy Ma‘sûmah, la hermana de Ridâ”) - Respondió.

Me desperté, no sabía qué hacer ni a dónde ir. En mi corazón sentí que debía dirigirme a casa del virtuoso Saiîed Râdî Bagdâdî.

Así lo hice. Toqué a la puerta, y desde el interior de la casa se dejó escuchar una voz que decía: “¿Quién eres?”.

“¡Abre!” - Le respondí.

Al escuchar mi voz llamó a su hija diciendo: “¡Hija mía! ¡Abre la puerta, es un cristiano que quiere ennoblecerse con su aprobación del Islam!”.

Cuando abrió la puerta y me vi ante él le pregunte: “¿Cómo supo que soy cristiano y tengo la intención de abrazar al Islam?”.

- “Mi abuelo, el Imâm Mûsâ Kâdzim (P), me lo anunció por medio de una visión”.

Él me llevó a la ciudad de Kâdzimaîn, ahí visitamos al Shaîj Abdul Husaîn Tehrânî (descanse en paz) a quien le relaté lo sucedido y él ordenó que me llevasen al inmaculado Santuario. Estando ahí me hicieron circunvalar alrededor de la tumba.

Apenas salí del Mausoleo sentí una intensa sed, tomé agua pero me sentí mal y caí al suelo desmayado. En ese mismo momento sentí como si me hubiesen liberado de un gran peso que me presionaba. La hinchazón de mi cuerpo y la palidez de mi rostro desaparecieron, y no quedó señal alguna de la enfermedad en mi cuerpo.

Me dirigí a Bagdad para recoger parte de mis bienes con la intención de regresar y vivir al lado del Imâm. Mis familiares se enteraron de lo sucedido, me llevaron a casa de un pariente donde se encontraba mi madre junto a otros.

Mi madre me dijo: “¡Que ennegrezca tu rostro! ¡Fuiste y abandonaste tu religión!”.

“¡Mira madre, que estoy completamente curado!” –Le dije.

Mi madre agregó: “¡¡Es un hechizo!!”.

El embajador de Inglaterra que se encontraba presente en esa reunión, dijo a mi tío: “Permítame que lo reprenda ¡hoy él se hizo incrédulo!, ¡mañana hará incrédula a toda nuestra comunidad!”.

Luego ordenó que me quitaran las ropas, me tiraran sobre el suelo y me azotaran con un látigo llamado garpach (una cadena hecha de alambre y cada extremo contenía algo parecido a agujas puntiagudas). Todo mi cuerpo estaba ensangrentado, sin embargo, no sentía yo ningún dolor. Mi hermana al ver mi trágica situación se aventó sobre mí para evitar que me siguieran torturando. En ese momento me dejaron en paz y dijeron: “Vete a donde quieras”.

Volví a Kâdzimaîn, visité al Shaîj Abdul Husaîn (descanse en paz) y después de que me enseñó como testimoniar, abracé el Islam formalmente. Por la tarde un enviado de Nâmiq Pashâ, fanático e impertinente intendente de Bagdad, se presentó ante el Shaîj y le mostró una carta en la que estaba escrito:

“Uno de nuestros correligionarios que pertenece a nuestra comunidad vino hacia usted para aceptar el Islam, mientras que él debe presentarse ante el juez y ahí elegir el Islam”.

“Así es –le dijo el Shaîj-, ese hombre vino a verme y después se fue”.

El Shaîj me ordenó esconderme en Karbala y Najaf durante un tiempo, luego un benevolente hombre iraní me envió a las cercanías de Shiraz, en donde viví durante un año y luego regresé a Irak…”.[13]

12. El afecto hacia una cristiana

Nancy, una mujer cristiana que vive en Teherán y que gracias a Fátima Ma‘sûmah (P) abrazó el Islam, relata: Tenía apenas 16 años cuando me casé; no habían pasado más de quince días de mi casamiento cuando mis suegros murieron en un accidente y me tuve que hacer cargo de tres de mis cuñados llamados Edith, Albert y Albertin.

Pasaron veinte años, cuando las niñas ya habían contraído matrimonio y Albert se preparaba para ingresar en la universidad en el extranjero, de pronto apareció un hermano de mi marido llamado Ramón del que durante años no habíamos tenido noticias. Nos dimos cuenta de que todos esos años había estado encarcelado por la SAVAK, policía secreta del régimen de la dinastía Pahlaví.

Ramón, junto con su esposa y tres hijos, alquilaron una casa cercana a la nuestra y después, acompañado por su mujer y por mi esposo John fueron a una de las ciudades del norte para traer sus muebles, empero jamás regresaron.

Nuevamente la historia se repitió en nuestra familia, los tres murieron en un accidente. Esta vez tuve que encargarme de los tres huérfanos de Ramón.

Yo sufría de un continuo dolor de piernas y no encontraba la ocasión para visitar a un médico. Soportaba el dolor y jamás me quejaba. Luego de un tiempo el dolor se hizo más intenso al grado que no podía levantarme y me hacía llorar.

Mis hijos se dieron cuenta y reprochándome me llevaron al médico, pero los medicamentos no hicieron efecto. Visitamos a otros médicos y todos recomendaban que fuese operada, no obstante no me encontraba dispuesta a hacerlo mientras que día a día la enfermedad agravaba. Mis pies se hinchaban y cambiaban a un color morado. Ésta vez me llevaron a la fuerza a un médico quien me dijo: “Lamentablemente ha venido demasiado tarde, es necesario que amputemos su pie”.

Sin tener otra alternativa tomé una cita para la operación. Temerosa y llorando regresé a casa.

Había atardecido, como consecuencia del cansancio, dolor y sufrimiento, quedé desvanecida e inmediatamente me invadió el sueño. Tuve una visión muy rara.

En mi sueño vi a una Señora pura y luminosa cubierta con un velo negro que vestía ropas verdes, que tomaba mi mano y me decía: “¡No temas Nancy! No estás obligada a que te corten el pie. No sufras, los hijos de Ramón te necesitan con tus piernas sanas”.

Desperté tan sobresaltada del sueño que no podía hablar, y mucho menos levantarme de la cama.

En ese momento llamó mi atención la voz de mi vecina. Ella era musulmana y acababa de llegar a esa colonia. Escuché que les platicaba a Edith y a Albertin respecto al milagro hecho a una mujer que había sido curada de una enfermedad incurable.

Cuando pude hablar pedí agua y luego les conté mi sueño. La vecina al oír mis palabras empalideció y dijo: “¡Por Dios que usted será curada! Estoy segura que esa Dama que vio en el sueño era Fátima Ma’sûmah”. Luego insistente me pidió que visitase su Santuario, mientras decía: “¡Es verdad que no son musulmanes, pero esa familia es tan generosa y amable, como para que sus favores se limiten únicamente a los musulmanes! Sin duda deberá visitarla en Qom antes de la operación”.

Al siguiente día partimos hacia Qom. Mientras más nos acercábamos a esa ciudad sentía más intensa una extraña sensación. Era como si una lámpara de esperanza se encendiera en mi corazón. Mi corazón estaba alegre y tenía buenos presentimientos.

El resplandor y majestuosidad de aquel lugar espiritual, el murmullo de las súplicas que llenaban su atmósfera, las cálidas lágrimas que corrían sobre las mejillas de los presentes y la espiritualidad que abarcaba la atmósfera del lugar, me impresionaron. Poco a poco la gente partió y yo, mientras apoyaba mi cabeza en la pared, quedé dormida.

Era cerca del alba cuando nuevamente tuve otra visión de aquella Dama luminosa. Me sonrió y dijo: “Los hijos de Ramón te esperan, ¿acaso no les habías prometido que hoy les cocinarías arroz con verduras?”.

Aún no había respondido cuando algo tocó mi pie y me desperté. Alguien barría el Santuario. Sin darme cuenta y ayudándome con las manos quise mover mis pies; en ese momento me percaté que podía moverlos sin problema. Los moví algunas veces, di algunos pasos y cuando estuve segura de que estaba curada por completo grité con todas mis fuerzas:

“¡Mis pies han sido curados! ¡Mis pies han sido curados!”.

Todos los médicos al verme confesaron que eso no había sido más que un milagro.

Albert, que estudiaba medicina en el extranjero, al enterarse de lo sucedido me escribía extrañas cartas y me contaba de sus investigaciones en cuanto al Islam. Él, que era un estudiante de medicina, ocupaba mucho de su tiempo estudiando religiones y me escribía el resumen de sus investigaciones el cual leía cuidadosamente.

Por otra parte nuestra vecina llamada Munîrah de vez en cuando nos hablaba del Islam y me propuso hacer una promesa de visitar una vez al mes el Santuario de Fátima Ma‘sûmah luego de la curación y pasar la noche en esa ciudad, y que ella me acompañaría en estos viajes.

Aunque el milagro que había visto en carne propia era suficiente para convencerme de la veracidad del Islam, empero no aceptaba aún la idea de convertirme a esta religión.

Transcurrió poco más de un año después del milagro y mis viajes mensuales a Qom continuaban. En una ocasión mi vecina no pudo acompañarme ya que se encontraba indispuesta, y ese día no pudimos encontrar en Qom un cuarto vacío para permanecer por la noche.

Buscando un lugar nos topamos con un musulmán creyente que al enterarse de nuestra situación nos propuso ir a su casa. Sin tener otra alternativa aceptamos su invitación. Llegamos a su casa y nos presentó a su madre. Le dijo: “Esta señora y hermana, esta noche son nuestros huéspedes”. Y nos dijo que esa noche por cuestiones de trabajo no estaría en casa: “Quédense junto a mi madre y consideren ésta su propia casa”.

La anciana nos atendió cálidamente. Edith que me acompañaba dijo a la mujer: “Madre, nosotras no somos musulmanas”.

Ella respondió sonrientemente: “Hija mía. El huésped es amado por Dios. Sean bienvenidas en mi casa”.

Al día siguiente nos invitaron a quedarnos ahí y por la tarde cuando nos acompañaron para tomar el autobús, nos pidieron que en nuestros viajes mensuales fuésemos a su casa.

Las cartas de Albert por un lado, los afectos de nuestra vecina por otro, así como los sacrificios y atenciones de esta familia creyente, me atrajeron hacia el Islam. Hice más profundos estudios en cuanto a esta religión y sentí con más insistencia que mi “religión heredada” era ilógica.

Me preparé para mi estancia de varios días en Qom, y cuando regresé de Qom ya era yo una musulmana y elegí para mí el nombre de Sumeia. Ahora toda mi familia me llama “Sumeia”.[14]

13. Fátima recupera la salud de una extraña enfermedad

Hace unos años en una ciudad de Irán llamada Bihshahr, una niña llamada Fátima cuya madre era Saiîedah (descendiente de la familia del Profeta) repentinamente enfermó, los síntomas eran dolores muy fuertes de cabeza y fiebre muy alta. Pasó así toda la noche. Al siguiente día sus padres la llevaron al médico, no obstante al no encontrar la causa de la enfermedad les recomendó que la examinara un especialista otorrinolaringólogo.

A pesar de que los padres de Fátima no consideraban peligrosa la enfermedad de su hija, sin embargo, la llevaron con el especialista. Después de que el médico la examinó, le prescribió varias medicinas y algunos análisis.

Dos días más tarde, el doctor al ver el resultado de los análisis empalideció y trató de ocultar su preocupación ante los padres de Fátima para no alarmarlos.

El estado de Fátima empeoraba y después de diez días tuvieron que llevarla a urgencias e internarla en el hospital.

Los padres de Fátima se dieron cuenta de cómo su querida hija día a día se encontraba más débil y enferma, y que las medicinas no hacían ningún efecto en ella. Llegó el mes de Ramadân y Fátima también estaba llegando a sus últimos días de vida.

Se había debilitado demasiado y sentía mucho dolor en su pecho, su rostro y cuello estaban inflamados, y continuamente tosía. Había perdido totalmente el apetito y los medicamentos le eran administrados por medio de sueros.

Habían pasado diez días del mes santo de Ramadân cuando sus piernas ya no respondían. Fue entonces cuando sus amigos y familiares deciden trasladarla a Teherán. Reservaron una cama en el Hospital Sasan en donde le dieron fecha para ser internada el día 23 del mes de Ramadân. Seis días antes de que llegara su turno de ser internada, la madre de Fátima dijo a su esposo: “Llevemos a Fátima a Qom, y en las noches de vela junto a la tumba de Fátima Ma‘sûmah pidamos a Dios su curación. Tal vez mi tía interceda por su curación”.

Al atardecer del 19 de ese mismo mes llegaron a Qom en donde alquilaron un cuarto cerca del Santuario. Esa noche la pasaron junto a la tumba. Los padres colocaron a Fátima cerca de la tumba y comenzaron a pedir por su curación.

A la noche siguiente, o sea, la noche anterior al día 21 del mes de Ramadân, noche en la que Imâm ‘Alî (P) fue martirizado, se dirigieron al Santuario y permanecieron ahí suplicando e invocando a Dios al igual que el resto de la gente. Luego, por el grave estado en el que se encontraba Fátima, volvieron al hotel.

Al amanecer y cuando la voz de Al·lâhu Akbar se dejaba escuchar a través de los minaretes del Santuario, y el sonido vivificador del Adhân acariciaba el alma humana, el padre de Fátima decidió llevar a su hija al Mausoleo por última vez, y si no recibía la curación entonces la trasladaría a Teherán.

A las primeras horas del amanecer del día 21, el padre llevó cargando a su débil hija a la tumba de Fátima Ma‘sûmah (P), la colocó sobre el suelo y comenzó a rezar. Su madre se dirigió a la sección específica para las mujeres para pedir definitivamente por la curación de su hija. La niña mirando a la tumba se quedó dormida.

La primera oración colectiva culminó y la madre regresó junto a su hija.

Una vez más la gente que esperaba para realizar la oración colectiva se alineó. Al levantarse la voz de: qad qâmatis salât – “¡Se ha erigido la oración!” anunciaba la llegada de la oración.

Con el primer Al·lâhu Akbar Fátima se levantó. Su madre le preguntó: “¿Qué sucede?”.

“Nada, quiero ir a saludarla” –Respondió Fátima. Se acercó a la tumba, agarró fuertemente las rejas y comenzó a besarlas.

“¡Tengo sed, quiero ir a tomar agua!”. –dijo nuevamente Fátima a su madre.

La madre cautivada por la atmósfera espiritual que reinaba en el Santuario y sin recordar la enfermedad de su hija, movió la cabeza afirmativamente.

El padre al terminar la oración volteó su rostro hacia donde se encontraba su hija, no obstante encontró vacío su lugar. Preguntó a su esposa: “¿Dónde está Fátima?”.

Ella sin darse aún cuenta de lo que había sucedido dijo: “Fue a tomar agua”. El padre sorprendido preguntó: “¿Fue… a tomar… agua?”.

Recién la madre advirtió que su hija había sido curada. Ambos descalzos corrieron al patio y la encontraron cerca de la pileta jugando con la nieve. Apresurados se dirigieron hacia ella, la abrazaron y regresaron al Santuario. Entonces mirando hacia la cúpula del Santuario agradecieron a Dios Su favor.

No fue necesario que se dirigiesen a Teherán, ya que habían recibido la curación en la casa del alivio de la Generosa de Ahl-ul Baît.[15]

14. La máxima generosidad

El religioso Mîr Sipâsî, originario de la ciudad de Tafrîsh y actualmente residente de la ciudad de Qom, hacía un tiempo que había enfermado intensamente de modo que no podía caminar. Nos dimos cuenta de que por su apelación a Fátima Ma‘sûmah se curó de modo que todos los días iba a visitar el Santuario a pie.

El bendito mes de Ramadân del año 1419 (1998 d.C.) estuve invitado en casa de su hijo para desayunar, le pregunté por su estado y me contó:

El mes de Rayab visité la tumba de mi tía Fátima Ma’sûmah, comencé a quejarme ante ella y le dije: “¡Querida tía! Ésta no es la manera de atender a los sirvientes. Sé que no soy un buen sirviente, pero tú perteneces a una familia que no es generosa únicamente con los buenos, sino que su generosidad abarca también a los malos.

“Vuestro ancestro es el Príncipe de los Creyentes, aquél que cuando se encontraba agonizando y le trajeron leche se negó a tomarla hasta no estar seguro de que habían llevado un poco de ésta para Ibn Mulyam (el hombre que lo había herido y causó su muerte).

“¡Yo no soy peor que el asesino de ‘Alî (P). ¡Espero me muestres tu atención!”.

Luego dije: “El día 25 de este mes es el martirio de tu padre Mûsâ Ibn Ya’far (P). Me dirigiré a Tafrish y ahí acomodaré los zapatos de quienes participen en la reunión del aniversario del martirio de tu padre, en un centro dedicado al Imâm Husaîn (Husaînîah) en donde cuarenta años hablé desde el púlpito para la gente, y ahí esperaré tu generosidad”.

Cumplí con mi promesa. La gente se negaba a que yo acomodara los zapatos, pero les dije: “¡Yo quiero hacerlo! ¡Es el día del martirio de mi abuelo y quiero acomodar los zapatos de sus amantes!”.

Inmediatamente recuperé la salud, y ahora todos los días me dirijo al Santuario a pie.[16]

* * *

Cuando terminó de hablar, teniendo en cuenta que era el aniversario del martirio de ‘Alî (P) recordé con sus palabras que el Príncipe de los Creyentes dijo respecto a su asesino:

“Dadle comida pura, y traed para él una cama limpia”.[17]

15. Dos generosidades en un mismo sitio

El escritor de la obra Dastânhâ-ie Shegeft (Historias Sorprendentes) narra que un hombre llamado Qâsim ‘Abdul Husaînî, que en ese entonces era guardia del Museo de Fátima Ma’sûmah (P), relató:

En épocas de la segunda guerra mundial, en que los aliados se encontraban en Irán y trasportaban sus armamentos desde el sur de Irán hasta la Unión Soviética, yo prestaba mis servicios en los ferrocarriles. Como consecuencia de un accidente con un camión que trasportaba piedras, una de mis piernas quedó bajo el camión. Me trasladaron al Hospital Fâtimî en la ciudad de Qom en donde durante cincuenta días permanecí internado; todo mi pie estaba inflamado y tenía un intenso dolor, al grado que no podía contener mis llantos y gritos. Todos en el hospital se encontraban molestos con esta situación.

Durante este tiempo continuamente pedía yo a Fátima Zahrâ, Fátima Ma‘sûmah y Zaînab mi curación, y mi madre continuamente visitaba el Santuario de Fátima Ma‘sûmah (P) y suplicaba.

En mi cuarto se encontraba también un adolescente de aproximadamente catorce años que había recibido un tiro en una pierna. Su padre era un obrero. Este muchacho se encontraba en peores condiciones que la mía, ya que su herida se había infectado y engangrenado. Los médicos habían perdido las esperanzas en cuanto a él. Durante unos días el muchacho estuvo moribundo, de vez en cuando se dejaba escuchar un quejido de su boca.

Las enfermeras sólo venían para preguntar: “¡¿No ha muerto?!”.

Yo también poco a poco perdí las esperanzas de mejorar. No podía soportar más los dolores. En la cincuentava noche conseguí un poco de veneno, lo puse debajo de mi almohada y me dije: “Si esta noche no me curo me mato”.

Cuando mi madre vino a visitarme le dije: “Si esta noche puedes conseguir mi curación de Fátima Ma‘sûmah, qué bueno, de lo contrario, mañana encontrarás mi cuerpo sin vida sobre la cama”.

Mi madre desconcertada salió del hospital para dirigirse al Santuario.

Durante unos instantes por la noche me dominó el sueño. Vi que tres damas esplendorosas entraban al cuarto por la ventana que daba al jardín. Por la forma en que entraron, me di cuenta que la primera era Fátima Zahrâ (P), la segunda Zaînab Kubrâ (P) y la tercera Fátima Ma‘sûmah (P).

Estas tres damas se dirigieron a la cama del adolescente. Fátima Zahrâ (P) le dijo: “¡Levántate!”.

Él respondió: “¡No puedo!”. Nuevamente repitió: ¡Levántate! Otra vez respondió lo mismo: “¡No puedo!”.

La tercera vez le dijo: “¡Levántate, has sido curado!”.

En sueños vi que el muchacho se levantó y se sentó. Esperaba que luego de tantas súplicas me tuvieran también en cuenta, pero ni siquiera me miraron y se fueron.

Me desperté, estaba muy triste. Alargué mi mano por debajo de la almohada para tomar el veneno. En un momento pensé que no debía apresurarme ya que estas tres damas que entraron en esta habitación era imposible que no hubieran producido efecto alguno sobre mí, por lo que levanté mi pie y no sentí ningún dolor. Lo moví despacio y me di cuenta que podía moverlo sin problemas. Ahí fue donde me percaté que yo también había sido agraciado con el favor de estas tres Señoras.

A la mañana siguiente cuando las enfermeras llegaron, el muchacho estaba dormido. Creyeron que había muerto. Preguntaron: “¿Qué pasó con el chico?”. Respondí: “¡Se ha curado!”. Dijeron: “¿A que te refieres?”.

Les dije: “Estén seguras, que el chico ha sido curado”. –Entonces les pedí: “Por favor, no lo despierten”.

Cuando el chico despertó, todos los médicos vinieron y sorprendidos observaron que no sólo su herida estaba curada, sino que no había quedado rastro alguno de ésta.

Las enfermeras vinieron para cambiar las vendas de mi pie y advirtieron que mi pie también había sanado por completo.

Cuando mi madre volvió del Santuario con sus ojos hinchados de tanto llorar, me preguntó: “¿Cómo te encuentras?”. No quise decirle de golpe lo que había sucedido, por lo que le respondí: “Estoy mejor. Tráeme un bastón para que vayamos a casa (naturalmente no necesitaba del bastón)”. Nos dirigimos a casa y después de un tiempo le conté a mi madre como había sido curado.

Pero en el hospital cuando los doctores y enfermeras se percataron del milagro, se emocionaron e hicieron mucho alboroto. Los llantos de alegría y los saludos al Profeta como agradecimiento, llenaron la atmósfera del hospital.[18]

16. Mi hermana lo curará

En la Ciudad Santa de Mash·had un niño que enfermó y respecto a quien los médicos perdieron las esperanzas de que pudiese ser curado, fue llevado por su madre al Santuario del octavo Imâm y después de atarlo con una soga a “las rejas de acero” (desde donde se puede divisar la tumba del Imâm), se dirigió a la Sala Dorada en donde comenzó a suplicar y llorar.

Transcurrido un tiempo la madre dijo al Imâm Rida (P): “Si no curas a mi hijo me dirigiré a Qom para pedirle a tu hermana su curación”.

De pronto la mujer se dio cuenta de que se encontraba sola, sin su hijo, en el Santuario de Fátima Ma‘sûmah en Qom. Comenzó a buscar al niño pero no lo encontró, fue entonces cuando en voz alta exclamó: “¡Dónde está mi hijo! ¡Dónde está mi hijo!”.

La gente comenzó a rodearla y ella relató lo sucedido. Fue en ese momento cuando se dieron cuenta que el Imâm con su poder la había trasladado en unos segundos desde Mash·had a Qom. Las autoridades del Santuario de Fátima Ma‘sûmah (P) se comunicaron con el Santuario en Mash·had quienes les informaron: “Efectivamente hay un niño al que el Imâm ha curado empero no encontramos a su madre”.

Después de que llevaron al niño a casa de uno de los servidores del Santuario, se comunicaron con los familiares de éste para que fuesen a recogerlo.[19]

17. ¡Bebe esta agua!

Mîrzâ Mûsâ Farâhânî, uno de los jefes de los servidores del Santuario de Fátima Ma‘sûmah (P) relató que aproximadamente en el año de 1883 d.C. en una de las noches que le tocaba velar, trajeron a una mujer paralítica desde la ciudad de Kashân a Qom, para que fuese curada, y la ataron a la tumba:

Las puertas del Santuario fueron cerradas y esta mujer quedó dentro. Yo vigilaba detrás de las puertas.

Después de la media noche escuché la voz de la mujer que decía: “¡Me he curado!”.

Abrí la puerta y encontré a la mujer feliz que había obtenido la curación. Le pregunté lo que había sucedido, me dijo:

“Tenía mucha sed. Sentí vergüenza de tocar la puerta y pedirle a usted un poco de agua, fue por ello que sedienta me dormí. En sueños alguien me dio un tazón con agua y me dijo:

-¡Bebe esta agua que serás curada!

La tomé y me desperté, ya no había señales ni de mi sed ni de mi parálisis”.

Mîrzâ Farâhânî en su valiosa obra registró: “Son numerosas las karâmat de Fátima Ma‘sûmah de las que yo mismo he sido testigo. Si quisiese recopilarlas conformarían por sí mismas un libro”.[20]

18. Tumor canceroso

Uno de los sabios de la Hzah ‘Ilmîiah en Qom (Centro Teológico), el año 1987 d.C. se enfermó de cáncer en la garganta. El tumor se dejaba ver en la parte baja de su cuello. Tomaron una muestra del tumor en uno de los importantes hospitales de Teherán, y se lo entregaron para que lo llevase a analizar.

Llevó la muestra consigo a Qom. En Qom le informaron que ellos carecían de los medios necesarios para llevar a cabo el análisis. Nuevamente llevó la muestra a Teherán, donde después de hacer los estudios requeridos, dedujeron que el tumor era canceroso. Él, que ignoraba la respuesta del análisis, mostró el resultado a uno de los médicos en Qom. El médico opinó: “Trasládate de inmediato a Teherán y ve con este médico especialista en tumores”.

Fue a Teherán, visitó al médico y le dijo: “Tengo reservado mi boleto para hacer a la peregrinación a La Meca. ¿Es posible que me prescriba alguna medicina y cuando regrese lo venga a ver?”.

El médico le informó: “Su tratamiento es más importante. Tenemos que hacerle quimioterapia. Claro está, si lo desea vaya”.

Fue entonces cuando se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. El sabio regresó con el corazón roto y triste, y llegando a Qom se dirigió directamente al Santuario de Fátima Ma‘sûmah (P) donde le dijo:

“¡Oh, Generosa de la familia del Profeta! Hace veinte años que me refugio en ti y que vivo bajo tu protección. En estos veinte años casi todos los días he venido a saludarte. ¡Ahora te ruego a ti!”.

Después de llorar y suplicar mucho, se dirigió a su casa.

Por la noche tuvo un sueño en donde vio a tres generosas Señoras que salían del Santuario y se dirigían a visitarlo. Estas Señoras iban acompañadas por un gentil caballero.

El Señor le dijo: “Estas tres generosas Damas han venido del Santuario para visitarlo”.

Una de las tres Señoras, que parecía tener una jerarquía más alta que las otras dos, me dijo: “¡No te preocupes, Dios, in sha’a Al·lâh, te dará la curación!”.

Cuando me levanté mi corazón se tranquilizó y poco a poco recuperé la salud y nunca más necesité de curación o médico alguno. (Hoy en día este sabio continúa sus estudios religiosos disfrutando de perfecta salud). Este hombre sabio que prefiere quedar en incógnito, interpreta su sueño de la siguiente manera:

“Sin duda esa Señora que me agració fue Fátima Ma‘sûmah (P) y las otras dos Señoras que la acompañaban fueron sin duda las descendientes del noveno de los Infalibles Imâmes, Imâm Yawâd (P) que se encuentran enterradas junto a la tumba de esta gran Señora mediadora el día del Juicio Final”.[21]

19. ¡Ya puedo hablar!

Uno de los servidores del Santuario, llamado ‘Abdul·lâh Afsâ, relata: Una niña de nueve años de la Ciudad de Zanyân, muda de nacimiento y huérfana de padre y madre, fue traída por su abuela a la ciudad Santa de Qom.

Su abuela se colocó junto a la tumba y dijo a Fátima Ma‘sûmah: “¡Oh, Generosa! Esta vez no vengo a saludarte, sino que vengo para tomar la curación de mi nieta. Yo soy su único protector, si muero ¿qué sucederá con esta niña? Tú sabes qué dificultades tuve que soportar para traerla hasta aquí”.

En ese mismo estado en que la anciana se encontraba hablando con Fátima Ma‘sûmah, repentinamente la niña se levantó y llamó a su abuela. La anciana dichosa tomo a la niña en sus brazos.

Los servidores del Santuario llevaron a la anciana y a la niña junto al Director de Santuario, quién les entregó una cantidad de dinero como ayuda y les compró el boleto de regreso a su ciudad.

Y fue así como las dos, abuela y nieta, regresaron felices a su hogar.[22]

20. Un bella voz por la merced de Fátima Ma‘sûmah (P)

Un hombre experto panegirista, el gran Hâyy Shaîj Gulâm Ridâ Faqih Îazdî, conocido como Tabasî, nacido el año 1916 d.C. y fallecido en 1999, vivió con dificultades económicas durante su estancia en Qom, y debido a que carecía de una bella voz, no podía sobresalir tanto en dar sermones en su difusión del Islam; sin embargo, ocasionalmente se veía obligado a dirigirse a los pueblos y hacer difusión en lugares alejados, y de vez en cuando recibía alguna ayuda.

Cierto año, cerca del mes de Muharram se dirigió hacia la ciudad de Arak, y debido a su voz, nadie lo invitó a que predicara. Uno de los religiosos de esa ciudad le entregó una cantidad de dinero y lo envió a la ciudad de Isfahan y de ahí se dirigió hacia la ciudad de Yazd a pie.

Después de haber recorrido una distancia se extravió y continuó así durante un tiempo. Estaba sediento y tuvo que detenerse. Pasado un tiempo de soportar la sed se entregó a la muerte.

En ese estado de decepción observó a una mujer y presintió que era Fátima Ma‘sûmah, por lo que le dijo: “¡Oh, hija de Mûsâ Ibn Ya’far (P)! Ésta no es una manera de tratar a las visitas. Durante años estuve bajo tu protección y favor, y no es correcto dejar a la visita sola en un desierto, morir sedienta, hambrienta y ser presa de los animales salvajes”.

Súbitamente escuchó una voz que le decía: “¡Levántate y bebe agua!”. Se levantó y observó que corría un riachuelo cerca de él. Se dirigió hacia él, bebió agua y se sumergió dentro del mismo. Cuando recuperó las fuerzas continuó su camino.

Después de beber de esa agua sintió que había adquirido una voz afinada y sentía cómo sus cuerdas vocales habían cambiado. Mientras transitaba por el desierto que lleva hacia la ciudad de Yazd, comenzó a cantar y supo que había sido objeto del favor de Fátima Ma‘sûmah (P).

Cuando llegó a Yazd y se presentó en las reuniones para predicar y dar sermones, recitó de tal manera que dejó cautivada a la gente.

Desde ese día (Muharram 1345, treinta y siete años atrás) se volvió famoso y fue conocido como uno de los mejores predicadores y panegirista. A cualquier ciudad que llegaba, un gran público le esperaba, y como uno de los favores de “la Generosa de Ahl-ul Baît” se convirtió en una de los privilegiados de la época en la técnica de predicar y dar sermones.[23]

21. La atención de Fátima Ma‘sûmah (P) hacia los religiosos que realizan discursos en alabanza y memoria de los Imâmes

El religioso Shaîj Mahmûd ‘Atîq, conocido como Hâyy Maulâ Agajân, cuenta: Un día entré al inmaculado Santuario de Fátima Ma‘sûmah. Me encontraba en la parte superior del Santuario, de pronto se corrieron los velos de mis ojos y puede ver a Fátima Ma‘sûmah sentada junto a tres damas más. Hasta ese día ignoraba que otras hijas de los Imâmes estuviesen enterradas en el mismo Santuario. Fátima Ma‘sûmah me dijo: “¡Di un sermón (o cántico en honor de un Imâm)!”.

Comencé a recitar las poesías de Di‘bal, el famoso poeta de Ahl-ul Baît en memora del Imâm Husaîn (P). Ellas lloraron intensamente. De pronto en medio de mis palabras se pusieron de pie. Pensé que mis palabras no habían sido aprobadas por ellas y que querían retirarse. Fue entonces cuando observé que una luz muy brillante apareció en el Santuario como si el sol hubiese salido dentro de éste. Esa luz era la luz de Fátima Zahrâ (P) que se había unido a ellas y se habían puesto de pie como señal de respeto a esta gran Dama. Fátima Zahrâ (P) se sentó y las demás también lo hicieron. Luego me dijo: “Continúa con tu sermón”.

Nuevamente recité las poesías de Di‘bal mencionadas para Fátima Zahrâ (P). Esta dama al igual que las demás, lloró intensamente, hasta el momento que me dijeron: “¡Basta! ¡Es suficiente!”. Entonces terminó la reunión y fui objeto de grandes favores”.[24]

22. La generosidad de Fátima Ma‘sûmah (P) no se limita a un grupo en especial

Mi amigo el gran sabio religioso Hâyy Shaîj ‘Abbâs Muhaqiq Kâshânî, yerno del fallecido Aiatul·lâh Golpaîganî relata el acontecimiento sucedido a una mujer de la siguiente forma:

Esta respetable mujer dijo: “Una noche tuve una visión en donde me dirigía al Santuario de Fátima Ma‘sûmah (P). Era el momento en que querían cerrar las puertas de éste, y por ello pedían respetuosamente a los visitantes que abandonaran el lugar. Les decían: “¡Por favor! ¡Por favor!”.

La tumba quedó sola y yo me acerqué para besarla. Observé una luminosidad que salía de ésta. Me asomé por entre sus rejas y observé que una mujer muy generosa vestida con un manto blanco estaba sentada sobre la tumba, y ella era la que irradiaba esa luz.

Advertí que era Fátima Ma‘sûmah (P), entonces la saludé y me respondió. Sentí que debía pedirle algo, ya que había sido agraciada con este encuentro. Lo único que recordé en ese momento fue la enfermedad de mi hermano, por ello le pedí que intercediera por su curación.

Ella me dijo: “Tu hermano no mantiene relaciones con nosotros”.

Me desperté y por más que meditaba respecto a la respuesta de esta gran Señora, no pude encontrar la causa de sus palabras, ya que mi hermano por lo general rezaba y suplicaba. Después de indagar entendí que hacía un año que no iba a visitar el Santuario.

Cuando mi hermano se enteró de lo sucedido, conmovido fue al Santuario y se disculpó; y gracia a esta gran Dama recuperó la salud.

El religioso Muhaqqiq agregó: “Ese sueño influyó tanto en mí al punto que desde ese día me propuse ir todas las noches a visitar la tumba”.

Así también de este sueño se deduce que la generosidad de Fátima Ma‘sûmah (P) no se limita únicamente a sus visitantes, sino que a todos los habitantes de este país.[25]

23. La esplendidez de esta Dama

Uno de los virtuosos panegiristas de esta familia relata: Uno de los hombres creyentes de Qom tenía la intención de visitar el Santuario. Uno de sus amigos al enterarse de esto le dijo: “Saluda de mi parte a Fátima Ma‘sûmah, y pídele esto… por mí”.

El creyente se dirigió al Santuario, recitó la Salutación, le hizo llegar el saludo de su amigo y le informó de su solicitud. Esa noche el creyente soñó que fue a visitar a Fátima Ma‘sûmah (P) y que ella le decía: “Hemos dado a tu amigo lo solicitado, empero hace más de cuarenta días que no ha venido a visitarme”.

Este suceso muestra también el favor que tiene esta gran Señora en cuanto a aquellos que viven cerca del Santuario y aquellos que viven en esta ciudad santa. Así también muestra el peligro y alerta a aquellos que con tontas excusas dejan de visitar el Santuario y de beneficiarse.[26]

24. La cúpula de oro

El rey Fath ‘Alî Shah buscaba ayuda en esta gran Dama para resolver algunos de sus problemas. Cuando se le solucionaron entregó una gran suma de dinero para que adornaran la cúpula con oro y edificaran la escuela “Dar ash-Shafâ” junto al Santuario.[27]

25. Los alminares del mausoleo

Husaîn Jân Nidzâm Ad-Daûlah Shahsawan pidió la intercesión de Fátima Ma‘sûmah, y cuando fueron resueltos sus problemas mandó construir los alminares que rodean el Santuario.[28]

26. La exención del servicio militar

Uno de los sabios que vive en la ciudad de Teherán relata: Hace varios años atrás, cuando vivía en la ciudad de Qom, un joven me escribió una carta solicitando que suplicara por él, para que en esa época no fuese enviado al servicio militar.

Me dirigí al Santuario de Fátima Ma‘sûmah (P) y pedí por él. Esa noche vi en sueños que el joven había venido a mi casa, golpeaba su pecho y decía: “¡Husaîn! ¡Husaîn!”.

Fui a ver al Aiatul·lâh Bahyat y le platiqué mi sueño. Me dijo: “Ese joven está en dificultades. Suplica más por él”.

Nuevamente pedí por él en el Santuario de Fátima Ma‘sûmah. Una noche me dijeron en sueños: “Lo hemos exceptuado del servicio militar, con la condición de que realice sus rezos diarios. Y en caso de que no los haga, se verá afligido por otra desgracia.”

Me desperté y le escribí que se había eximido de realizar el servicio militar con la condición de que realizara su oración.

Me respondió: “¿Cómo te enteraste que yo no rezo? ¡Ni mi padre ni madre se han dado cuenta de eso! Siempre traté de que nadie se enterase de este secreto.”[29]

27. La contemplación espiritual

Un sabio devoto y amante de Ahl-ul Baît (P) narra: Un día me encontraba sentado en el Santuario cuando de pronto sentí un gran deseo de estar en la Santa ciudad de Medina. Dije a Fátima Ma‘sûmah (P): “¡Mi Señora! Siento un gran deseo de ir a visitar la tumba del Profeta (BP)”. Súbitamente vi que en lugar de la tumba de Fátima Ma‘sûmah estaba colocada la tumba del Profeta Muhammad (BP). En ese estado de contemplación espiritual agarré las rejas que rodean la tumba del Profeta (BP) y me puse a llorar y suplicar mientras experimentaba una bella sensación.

Si hubiera ido a la Ciudad de Medina en forma normal no creo que hubiese experimentado un sentimiento más hermoso que el que experimenté.[30]

28. La dimensión angelical del Santuario de Fátima Ma‘sûmah (P)

La hija de uno de los eruditos del Centro Teológico de Qom, hace poco que puede observar las luces brillantes de los catorce infalibles, y hasta ahora ha sido agraciada con grandes favores. Últimamente tuvo una visión que la contaremos aquí en forma resumida:

“Pedí de Fátima Zahrâ (P) que me mostrara la realidad y la dimensión angelical del Santuario de Fátima Ma‘sûmah (P). Un día visité el Santuario acompañada de mi madre. De pronto en el interior observé que había un gran jardín y en medio del jardín se encontraba un palacio esplendoroso; los hombres a un lado del castillo y las mujeres al otro, y ella sentada en medio del palacio había colocado su mano sobre su frente y lloraba por las injusticias con las que fue tratada su madre Fátima Zahrâ (P).”[31]

29. Le salvó de ahogarse.

El Aiatul·lâh Budalâ relata: Cuando era interno en la Madrasah Dâr ash-Shafâ fui testigo de una de las karâmât de Fátima Ma‘sûmah (P). En medio de la escuela, había una gran pileta bastante profunda y a cada lado de ésta se encontraban ocho habitaciones. En ese entonces la gente que venía a visitar el Santuario, pasaba por el patio de la madrasah. Cuando en la madrugada abrían la puerta de la escuela, los visitantes de Fátima Ma‘sûmah (P) traspasaban el patio para llegar al Santuario.

Una de esas noches, cuando por lo general era la hora en que me encontraba dormido, repentinamente me desperté. Coincidentemente, otro de mis amigos y compañeros de cuarto también lo hizo.

Comenzamos a platicar cuando escuchamos una voz que venía de dentro de la pileta. Nos dirigimos hacia ésta y encontramos a una mujer visitante del Santuario que al querer ir hacia el mismo, por desconocer el camino, cayó dentro de la pileta. En caso de que esa noche no hubiésemos despertado y no la hubiésemos ayudado, sin duda se hubiese ahogado.

Con la ayuda de otros visitantes pudimos salvar a la mujer, fue entonces que entendimos por qué nos habíamos despertado a esa hora.

La mujer también dijo: “¡Al sentir que me ahogaba pedí ayuda a Fátima Ma‘sûmah!”.[32]

El Santuario de Fátima Ma‘sûmah (P)

El Santuario de Fátima Ma‘sûmah (P) alberga también a otros descendientes de los Imâmes (P):

  • Maîmûnah, hermana de Fátima Ma‘sûmah (P)
  • Umm Muhammad, hija de Mûsâ Al-Mubarqa’
  • Umm Is·haq, ayudante de Muhammad Ibn Mûsâ Al-Mubarqa’
  • Maîmûnah, hija de Mûsâ Al-Mubarqa’
  • Umm Habîb, ayudante de Abu ‘Alî Muhammad Al-‘Aray, hijo de Ahmad Ibn Mûsâ Al-Mubarqa’
  • Umm Kâdzim, hija de ‘Alî Kaûkabî
  • Zaînab, hija del Imâm Yawâd (P)
  • Barihat, hija de Mûsâ Al-Mubarqa’
  • Maîmûnah hija del Imâm Yawâd (P)

Extraído del libro UN VISTAZO A LA HISTORIA DE FÁTIMA MA‘SÛMAH (p) Y LA CIUDAD DE QOM; Editorial Elhame Shargh

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com , Fundación Cultural Oriente

 

[1] Revista Kauzar del Santuario de Fátima Ma‘sûmah, Qom; Hadrat Ma‘sûmah (P), Fátima II, Muhammad Muhammadî Ishtihârdî, p.190, núm. 1.

[2] Anwâr Musha‘sha‘în, t.1, p.206; Hadrat Ma‘sûmah (P), Fátima II, Muhammad Muhammadï Ishtihârdî, p.193, núm. 3.

[3] Fawâ’îd Ar-Radawîah, p.379; Hadrat Ma‘sûmah (P), Fátima II, Muhammad Muhammadï Ishtihârdî, p..197, núm. 6.

[4] Bar Setige Nur, p.77; Hadrat Ma ‘sûmah (P), Fátima II, Muhammad Muhammadï Ishtihârdî, p.198, núm. 7.

[5] Bar Setige Nur, p.79; Hadrat Ma‘sûmah (P), Fátima II, Muhammad Muhammadï Ishtihârdî, p.199, núm. 8.

[6] Qabasât, p.102 al pie de página, Karâmât Ma‘sûmîîah, ‘Alî Akbar Mahdî Pûr, p. 426, núm. 204.

[7] Santuario de Fátima Ma‘sûmah, Dpto. de Publicidad, año 1373 (1977 d.C.); Hadrat Ma‘sûmah (P), Fátima II, Muhammad Muhammadï Ishtihârdî, p. 204, núm. 9.

[8] Hadrat Ma‘sûmah (P), Fátima II, Muhammad Muhammadï Ishtihârdî, p.208, núm. 13.

[9] Karâmât Ma‘sûmîîah, ‘Alî Akbar Mahdî Pûr, p.17, núm. 1.

[10] Karâmât Ma‘sûmîîah, p.18, núm. 2.

[11] Karâmât Ma‘sûmîîah, p.22, núm. 7.

[12] Nasijut Tawarîj, t.3, p.68.

[13] Dârul Salâm, t.2, p.169-171; Karâmât Ma‘sûmîîah, p.25, núm. 10.

[14] Revista Zan Rûz, 959 y 964 año, 1982; Karâmât Ma‘sûmîîah, p.210, núm. 190.

[15] Revista Kauzar del Santuario de Fátima Ma‘sûmah, no.1, p.48-51.

[16] Karâmât Ma‘sûmîîah, p.139, núm. 124.

[17] Tabaqât, Ibn Sa‘d, t.3, p.37.

[18] Dastânhâ-ie Shegeft, p.308; Karâmât Ma‘sûmîîah, p.128, núm. 116.

[19] Karâmât Ma‘sûmîîah, p.146, núm.133.

[20] Karâmât Ma‘sûmîîah, p. 178, núm. 165.

[21] Karâmât Ma‘sûmîîah, p.164, núm. 152.

[22] Revista Kauzar del Santuario de Fátima Ma‘sûmah, núm. 17, p.76; Karâmât Ma‘sûmîîah, p. 188, núm. 174.

[23] Âzâr Al Huyyay, tercera parte, p.137; Karâmât Ma‘sûmîîah, p.201, núm. 185.

[24] Zendegî wa Karâmât Hadrat Ma‘sûmah (La vida y milagros de Fátima Ma‘sûmah), p. 75; Karâmât Ma‘sûmîîah, p. 216, núm. 194.

[25] Karâmât Ma‘sûmîîah, p.223, núm. 201.

[26] Karâmât Ma‘sûmîîah, p.224, núm. 202.

[27] Iqâmatil Burhân, p.478; Karâmât Ma‘sûmîîah, p. 235, núm. 213.

[28] Iqâmatil Burhân, p, 478; Karâmât Ma‘sûmîîah, p. 235, núm. 214.

[29] Revista Kauzar del Santuario de Fátima Ma‘sûmah, núm. 4, p.13; Karâmât Ma‘sûmîîah, p. 238, núm. 219.

[30] Karâmât Ma‘sûmîîah, p. 240 núm. 221.

[31] El escritor de la obra Karâmât Ma‘sûmîîah, cuenta el relato directamente de la boca del padre de la joven. Karâmât Ma‘sûmîîah, p.241, núm. 223.

[32] Karâmât Ma‘sûmîîah, p. 248, núm. 230.

 

Article_image
Article_rate
No votes yet